Esto es un poco parecido como cuando ese oso grizzly finalmente se comió a Timothy Treadwell: Intelectualmente, siempre lo había visto venir. Tenía que hacerlo. Su existencia misma se construyó en torno a esa conclusión. Pero aún así uno no puede prepararse psicológicamente para el oso que te come vivo, sobre todo si el oso lleva puestos unos cornrows.
He aquí tres cosas simples de Chinese Democracy: Tres de las canciones son asombrosas. Cuatro o cinco son muy buenas. Los registros de voz están brillantemente grabados, y las guitarras son –generalmente- más interesantes que las guitarras en los Use Your Illusions. Axl Rose tomó algunas curiosas -y absolutamente innecesarias- decisiones sobre el montaje de este proyecto, pero eso juega en su favor tan seguido como se retracta de aquella larga experiencia. Así: Chinese Democracy es bueno. Bajo cualquier circunstancia normal y a mitad del camino, yo le daría una A.
Pero nada acerca de esas circunstancias es normal.
Por una razón, Chinese Democracy es (en demasía) el último “Old Media” álbum que nosotros contemplaremos en este contexto –es el último álbum que será patrocinado como una colección de autónomas pero conectadas canciones, el último álbum que será absorbido como una manifestación estática de a quien le pertenece la banda, y es el último álbum que importará más como un objeto físico que como un archivo de sonido proveniente de Internet. Esto es el final de todo eso. Pero la razón más significativa de que Chinese Democracy es anormal es por a) los motivos de su creador, y b) como esos motivos embargaron lo que el producto definitivo eventualmente se convertiría. La explicación de por qué Chinese Democacry tomó tanto tiempo para terminarse es no solamente porque Axl Rose es un perfeccionista inseguro; es porque Axl Rose se identifica asimismo como un serio, artista innato (aquí decía un-natural).
No puede detenerse así mismo de anticipar cada interpretación y reacción posible de su trabajo. Sospecho que le importa en menor medida el grado en que a la gente le gusta su música, y más acerca de “cómo se toma”, independientemente de la sentencia de los escuchas definitivos. Esta es la razón por la que él estaba tan paralizado por la construcción de Chinese Democracy -él no podía escribir ni grabar nada sin obsesionarse sobre cómo sería recibido, tanto por a) la gente que piensa que es un genio puro, como b) las personas que piensan que él es poco más que un millonario, pelirrojo Stephen Pearcy. Todas esas opiniones dispares tienen un valor idéntico para él. Así, me voy a tomar a Chinese Democracy tan seriamente como Axl Rose quisiera, haciendo que todo esto sea mucho menos sencillo. En esta coyuntura de la historia, rockear no es suficiente.
El más raro -y todavía más predecible- aspecto de Chinese Democracy es la forma en que el 60% de las letras parecen activamente comentarios sobre el proceso de hacer el álbum en sí. El resto de material vocal tiende a sugerir una especie de resumen abstracto sobre una indefinida relación amorosa marcada por la traición, pero que podría ser la manera en la que todas las canciones hard-rock se presentan cuando el cantante toca una gran cantidad de piano y sólo usa pronombres. La pista más loca, “Sorry”, recuerda de manera escalofriante a Pink Floyd y va probablemente dirigida hacia el ex baterista Steven Adler, aunque supongo que también podría ser sobre Slash o Stephanie Seymour o hasta David Geffen. Incluso podría tratarse sobre Jon Parales, porque hasta donde que yo sé –la lista de enemigos de Axl es bastante larga (aquí decía “Nixonian”) a estas alturas. Las canciones más inspiradas son “Street of Dreams” (la canción que se había filtrado se llamaba “The Blues”) y la excepcionalmente satisfactoria “Catcher in the Rye” (una suave y más sofisticada versión de “Yesterdays” que ocupa un punto de vista conceptual a la libre conciencia con un estilo a lo Elton John o la mitad de la era Queen). La frágil balada “This I Love” es triste, melodramática, y con un gusto tradicional. Hay muchos momentos en los que es imposible saber quién le está hablando Axl, por lo que se siente como si él se estuviera hablando asimismo (e inevitablemente sobre sí mismo). No hay congénitamente más historia que contar, pero es lineal y convincente. La mejor descripción sobre la calidad literaria –de las canciones- sería probablemente “efectivamente narcisista”.
En cuanto a la música en sí, en realidad es mucho mejor de lo previsto. No suena viejo (fuera de tiempo) o fake-industrial, y la guitarra de trituración que se hizo en la versión final (que estoy asumiendo que aún es Buckethead el predominante) es alienígena y perversa. Una canción como “Shackler’s Revenge” es inicialmente del tipo promedio, hasta que llega al solo y luego se convierte en el equivalente sonoro de un robot de lucha libre ruso reticulando un pitón. Cuando las personas se lamentan de la disolución del Guns N ‘Roses original, la persona en la que siempre se centran es Slash, y tiene sentido. (Su lento blues metal fue el vórtice del grupo musical.) Pero es realmente mejor que Slash no esté en este álbum. Lo que es cool sobre Chinese Democracy es que realmente se hace sonar como una nueva empresa, y no puedo imaginar que ese fuera el caso si Slash estuviera dictando el sentir de cada riff. Los miembros de GNR que Rose extraña más son Izzy Stradlin (que con sus esfuerzos escribió o co-escribió muchos de los tonos más memorables de la banda) y Duff McKagan, el infravalorado bajista que hizo Appetite for Destruction tan devastador. Porque McKagan trabajó en numerosas bandas de Seattle antes de incorporarse a Guns N ‘Roses, se convirtió en el creador de los arreglos para muchas de las pistas pre-Appetite, y su filosofía siempre fue a tomar el camino de menor resistencia. Pero Rose es totalmente lo opuesto. Él toma el camino de mayor resistencia. A veces parece que Axl cree que todas y cada uno de las canciones de Guns N ‘Roses tienen que emplear todo lo que Guns N’ Roses tiene la capacidad de hacer –tiene que haber que una parte suave, una parte dura, un tramo de falsete, algunos “plinking” piano, algunos R &B; mierda, un poco de Judas Priest, infrahumanos efectos de sonido, aullidos al estilo Robert Plant, chirridos de delfines, viento, sobre-sentimentalismo, y una cáustica modernización del blues. Cuando él es capaz de equilibrar temporalmente esas cualidades (lo que ocurre en “Chinese Democracy” y en “IRS”, los cortes más rockeros del album), es extensa y entretenida y profundamente impresionante. Las altísimas voces aplastan todo. Pero a veces Chinese Democracy sufre del mismo ineludible problema que paralizó proto-épicas canciones como “Estranged” y “November Rain”: Es como si Axl estuviera intentando desesperadamente obtener una imposible canción de ensueño desde el interior de su cráneo hacia CD, y el resultado es un sobre-producido remolino que hace que todos los punk-tontos se mofen. Su ambición es noble, pero muy irrealista. Es como si Jeff Lynne tratara de hacer Out Of The Blue sonar más como Fun House, pero con batería de jazz y la vocalista de Motown.
A lo largo de Chinese Democracy, la pregunta más importante nunca fué, “¿Qué estaba haciendo Axl aquí?” sino “¿Qué pensó Axl que estaba haciendo aquí?”. La canción “If The World” suena como si tuviera que ser el tema para una película de la era Roger Moore-James Bond, todo el camino hasta el título. En “Scraped”, hay un puente vocal que suena sorprendentemente similar a un puente vocal de la extrema canción de 1990 “Get The Funk Out”. En la mencionada “Sorry”, Rose de repente canta una inocua linea (“But I don’t want to do it”) de un modo bizarro, con un acento casi Transilvánico, y no puedo comenzar a especular en cuanto a por qué. Quiero decir, uno tiene que asumir que Axl pensó en todas estas individuales opciones un mínimo de mil veces en los últimos 15 años. En algún lugar de Los Ángeles, debe haber 400 horas de cinta DAT con nada en ella a excepción de múltiples versiones de las vocales de “Sorry”. Entonces, ¿por qué es ésta la que finalmente escuchamos? Que le hizo decidir finalmente, “¿Sabes, he puesto en balanza todas mis opciones y todas sus posibles consecuencias, y me voy con el acento de vampiro mexicano. Esta es la visión de la cual me abrazo. Pero sólo en esa línea! El resto de ella será cantado solo como un no-muerto humano”. A menudo, ni siquiera me importa si sus opciones funcionan o no. Sólo quiero saber qué esperaba Rose que ellos(as) harían.
En “Madagascar”, él muestra MLK (¿la posible restitución de “One in a Million”?) Y (por segunda vez en su carrera), la película Cool Hand Luke. Teniendo en cuenta que las únicas personas que se preocupan por el interés de Rose en Cool Hand Luke son los que ya están obsesionados con su iconografía, el mensaje mesiánico de condenados de esa película que debe profundamente (y previsiblemente) resonar con su mismo ser. ¿Pero como eso contribuye a “Madagascar”, una metáfora meteorológica sobre toda esa gente sin nombre que quería pararlo de construir Chinese Democracy en la lunática manera que él vió ajustar? A veces, escuchar este disco se siente como ver los últimos cinco minutos de Los Sopranos. No hay respuesta aceptable a este tipo de situaciones hipotéticas.
Sin embargo, me veo impresionado por lo cerca que está Chinese Democracy de satisfacer la absurdamente imposible expectativa auto-generada, y no tan secretamente deseo que este haya sido un triple álbum. He mantenido un nivel de vida decente haciendo chistes fáciles acerca de Axl Rose en los últimos 10 años, pero ¿cuál es el verdad finalmente? La última verdad es la siguiente: Él hace las mejores canciones. Ellas suenan de la forma que yo quiero que una canción suene. Algunas de ellas parecen idiotas al comienzo, pero me encanta la manera en que terminan. Axl Rose puso demasiado tiempo y esfuerzo en demostrar que él era un super-talento que el resto de la humanidad se olvidó que siempre había sido. Y eso lo lastimará. Este álbum puede ser un tanque comercialmente. Algunas personas masacrarán Chinese Democracy, y por todas las razones que uno espera; pero no importa, porque Axel Rose hizo algo bueno aquí.